Bajo el cielo de Cawnpore by Alexandra Risley

Bajo el cielo de Cawnpore by Alexandra Risley

autor:Alexandra Risley [Risley, Alexandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2010-04-22T16:00:00+00:00


Capítulo 11

Ese 9 de mayo, cuando el fulgor de las últimas lámparas se extinguió en la mansión de lord y lady Erdington, los británicos de Cawnpore se fueron a la cama sin sospechar que al día siguiente, cuando despertasen, se encontrarían de frente con una realidad retorcida. Al llegar el nuevo día, la resaca de la celebración adquirió visos de pesadilla apenas la noticia se dio a conocer: los cimientos del imperio británico ya no eran inalterables, y ellos ya no eran invulnerables.

Después de desayunar junto a su mujer y a sus dos jóvenes huéspedes, Geoffrey Callthorpe se disponía a partir a su sitio de trabajo en las obras del ferrocarril, cuando reparó en un oficial inglés que atravesaba la estrecha avenida en un enloquecido galope. Se trataba del teniente Faraday, que se detuvo, pálido y jadeante, frente a la verja de su vivienda. Inmediatamente, el señor Callthorpe se contagió de la tensión que corroía al muchacho; esperó a que lo saludara, repasando un par de escenarios que explicaran aquel rostro de funeral. ¿Se habría suscitado un accidente en las obras? ¿Habría muerto alguien?

Pero todo lo que imaginó se quedó corto ante la monstruosa verdad. El oficial le puso al corriente de la situación. Al asimilarla, Geoffrey adoptó la misma expresión de rabia, dolor y miedo que traía el muchacho. Una maldición brotó de sus labios, poco acostumbrados a las palabrotas. Tras cumplir con su deber, Faraday se marchó para llevar el mensaje a otros funcionarios. El señor Callthorpe abandonó la intención de ir a trabajar. Se dirigió de nuevo a su casa porque debía poner al corriente de las nefastas noticias a Laura y a sus invitadas.

—Las tropas nativas de Meerut se han amotinado y han matado a cientos de ciudadanos británicos. La ciudad está en llamas. Los rebeldes se dirigen a Delhi.

Abby escuchó aquel discurso, estoico y conciso, con el pecho desbocado. Casi instantáneamente, los sollozos de pavor se desbordaron por la habitación. Laura cayó sobre el sofá como si estuviera hecha de trapo; Tess se tapó la boca con las dos manos, los ojos brotados reflejaban el más lacerante espanto.

Dios mío, lo que tanto habían temido estaba sucediendo.

—¿Qué le dijo el teniente, señor Callthorpe?

—Los jinetes se negaron a usar esos malditos cartuchos y fueron aprehendidos —soltó después de dar un sorbo a su copa de brandy, algo totalmente inusual en él, ya que el señor Callthorpe nunca bebía antes del mediodía—. Se los expulsó del ejército y fueron sentenciados a diez años de trabajos forzados. Sus compañeros de armas reaccionaron a la medianoche: los liberaron a ellos y a una sarta de delincuentes comunes con los que compartían celdas. Todos se han lanzado a las calles —suspiró con amargura—. La infantería no los vio venir. Los masacraron y fueron a la ciudad. Arrasaron con los bungalós, las oficinas, las barracas de los soldados, matando a cuanto inglés han hallado en el camino. Meerut no es más que un montón de cenizas y cadáveres en este momento.

—¡Por Dios! No es posible —sollozó Laura.



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